Crónica de una casa y una mujer
Sobre la magia que se despliega cuando recordamos algunos principios universales
Me dijo, te he pedido que me hables sobre la naturaleza femenina. ¿Qué tiene que ver eso con una casa? Intentaré explicarme.
Me enamoré de la casa a la que me mudé hace un mes nada más entrar en ella. Uno de mis pasatiempos favoritos es ver casas. Si salgo a caminar, en lugar de mirar el paisaje me hipnotizo viendo las casas (como la que descubrí el pasado septiembre y en la que voy a hacer mi próximo retiro). Si entro en Pinterest corro el riesgo de perder demasiado tiempo viendo cocinas inglesas, porches mediterráneos, jardines franceses y cabañas con chimenea. Si extrañamente compro una revista en el aeropuerto es de decoración.
Llevábamos algunos meses buscando sin demasiado ahínco. En el 2017 una clarividente le dijo a F que nuestra casa llegaría de la mano de un señor mayor. Veía una casa en la calle de un pueblo y un hombre muy entrado en años vendiendo por otros intereses que no eran el precio de mercado de esta isla desorbitada.
Había días que F decía que deberíamos vivir en nuestro antiguo barrio, uno que daba al mar y donde nació nuestra hija. Otros yo me enamoraba de los techos desvencijados de un caserón en medio del campo. Al día siguiente pensaba que esa sería la mejor idea para cuando la vida no me requiera en el ajetreo de la mediana edad.
L se encontró a F por las calles del pueblo y le comentó que la casa de su vecina se vendía. Cuando llegó a casa y me lo dijo algo se despertó en mí. No era en el campo como yo deseaba pero tomé las riendas de mi intuición y fui a verla.
Sus suelos de barro, sus techos altos y esos ventanales nobles me hicieron respirar hondo.