Solía pensar
Sobre lugares de los que me iba y en los que ahora me quedo y la lista de lo que está trayendo a mis días mayor placer
Ultimamente estoy tratando de domar un exceso de energía creativa para convertirlo en algo civilizado y tangible.
Tengo dos libros en proceso de escritura. Uno está prácticamente finalizado y otro -la novela- está en sus comienzos e intuyo que descansará allí un tiempo. Luego está el cuento, aceptado por una editorial, pero con quien mantengo un debate interno sobre las ilustraciones que hace que esté guardado en el cajón de la espera.
Mientras tanto sigo con las sesiones, los talleres y mi retiro anual, del que he vuelto a casa rodeada de flores, sin pisar el suelo y al mismo tiempo muy aterrizada.
En un momento dado, mientras observaba a las mujeres que vinieron, pensé fíjate Marta, tú que huías de los círculos de mujeres -sigo evitando gran parte de ellos- y aquí estás, rodeada de mujeres ofrendando lo que te sientes llamada a dar.
Es tan interesante como nuestro tránsito vital nos acaba encontrando con aquello a lo que nos resistíamos. Solía extrañarme con las propuestas que solo iban destinadas a mujeres. No acababa de comprender el motivo por el cual debíamos dejar al hombre fuera. Sin embargo, mi maternidad, mis asuntos familiares y mi relación con la mística femenina me arrojaron de pleno a la necesidad de hermanarme con mujeres cómplices, sabias, nutritivas, bellas e inspiradoras que también estaban en su propio camino de restauración del principio femenino. No se trataba de excluir al hombre sino de encontrarnos entre nosotras como forma de reparar los efectos en nuestra piel de un mundo demasiado virilizado.
*Por si quieres acompañarte de música mientras lees…
Todo comenzó transitando mi propia herida materna y desde ese lugar en mi pecho se abrió un camino lleno de bendiciones y de pruebas que me encantaría compartir contigo si te interesan aunque hoy quiero hablarte en exclusiva de una de esas grandes gracias:
El placer.
Nuestras células son portadoras de un mensaje: primero el deber y luego el placer.
Creo que las mías eran del equipo directivo del club del deber. Hasta que un día mi terapeuta me dijo:
Primero el placer y luego el deber.
¿Cómo? Mis células cortocircuitaron.
Pero luego se relajaron. Les gustaba la idea.
A día de hoy comenzamos el día por el placer y continuamos más tarde con el deber. Provocar momentos gozosos, quitar leña al fuego en instantes desastrosos, tomarme de la mano cuando estoy a punto de aliarme con la Drama Queen que habita en mí y tener rosas frescas en mi casa ha sido un giro que, cocinado poco a poco, ha ido transformando mis días sin darme cuenta. Así opera lo femenino.
No es necesario hilar coronas, vestir de blanco, elaborar complejos rituales o recitar mantras en idiomas canalizados. Lo femenino, cuando se habita, cambia el mundo sin hacer ruido. Y uno de los caminos por los que regresamos a nuestra naturaleza es ese, el del buen placer.
Quiero compartirte las cosas sencillas que me han estado llevando de la mano para ir desde la Marta salvadora que todo lo podía ella sola a ritmo de tambor a la Marta que se detuvo a recordar el delicado arte de ralentizar y vaciar su cuenco para recibir. Una Marta que comenzó a reconocer lados de ella que había ignorado para sobrevivir, a asentir a sus límites y a darse el permiso de descansar.
No estamos diseñadas para grandes guerras sino para grandes alquimias.